Zasso tiene cuatro años recién cumplidos. Se está recuperando de la tuberculosis. Vive a 300 Km. de Moscú, en una aldea cubierta por la nieve la mayor parte del año. Nació prematuro de una madre alcohólica.
Él fue su primer parto vivo después de 3 embarazos.
Ella murió después de un año en el hospital en que él la acompañó pues nació con síndrome de abstinencia, parálisis de los cuatro miembros, una afección respiratoria congénita y otra de corazón.
Durante tres años también lo visitaba una vez al mes un hombre triste que dijeron que era su padre.
Pero él no sabe lo que es un padre.
Vive, por decirlo de algún modo, en una pequeña casa con otros 15 niños y niñas menores que él. Y tiene muchas personas que cuidan de él, tiene quien le diga lo que tiene que hacer.
A Zasso le han ido a visitar una señora y un señor, le han llevado globos y un chupachus pero él no ha sabido qué hacer con él porque en la casita están prohibidos los chupetes.
Le hacen muchas preguntas en un idioma desconocido. Sasso no puede andar bien pero él se ha esmerado en no caerse.
Cuando la mirada atenta de la pareja se hace demasiado excitante para él se escapa a un rincón y agarrándose al globo baila.
Baila y su cara se enciende en rictus de felicidad loquita hasta que una de sus cuidadoras lo saca de su éxtasis y se lo lleva con el grupo de niños o a donde su desconocidos visitadores.
Ahora no lo piensa pero está a la espera de que quizá vengan a por él.
Mientras tanto la pareja se lo está pensando…
se lo están pensando…
pensando…..
Pero es que Zasso es un niño cereza; dulce y lleno de vida por fuera pero tiene un hueso en su interior.